Wednesday, October 22, 2008

Las relaciones entre Rusia y la Unión Europea

La Unión Europea ha conseguido esta vez hablar con una sola voz para detener la guerra en el Cáucaso y adoptar las medidas oportunas. Frente al militarismo estadounidense que envía barcos de la VI flota al Mar Negro y aumenta la tensión bélica, la Unión, bajo la presidencia francesa de Sarkozy, se ha empleado a fondo en la vía diplomática. El acuerdo, sin embargo, no ha sido fácil para los europeos.

La Rusia de Putin aprovechó la ocasión que le presentó el presidente georgiano Saakhasvili, con su torpe intervención en Osetia del Sur y Abjacia, para imponer el zarpazo del oso en la conflictiva región del Cáucaso, cuna de Stalin, y territorio de un sinfín de nacionalidades, de fronteras imprecisas, y donde las ofensas se guardan a buen recaudo para la próxima ocasión. Existen conflictos congelados que más valdría dejar como están. Con su recurso a las armas, e incluso a las bombas, Saakhasvili, niño mimado de los neoconservadores norteamericanos, incluido el candidato McCain, no hizo más que fortalecer al círculo militarista de Putin en perjuicio de los liberales rusos.

La Unión Europea se encuentra ante el reto de definir sus relaciones comerciales con Rusia sin perder de vista el estricto respeto de los derechos humanos que debe fomentar, pues es su razón de ser. Como nos dijo Sarkozy, en sede parlamentaria europea el 21 de octubre de 2008, la Unión Europea no debe ser cómplice de una nueva guerra fría con Rusia. Por otro lado, si Putin, o su círculo de antiguos funcionarios del KGB, pretende una Rusia fuerte no lo conseguirá a través del aislamiento internacional. "Rusia tiene la energía, Europa, la tecnología" declaró el presidente galo.

Pese a las presiones de Moscú, casi nadie ha reconocido hasta el momento la independencia de Osetia del Sur y de Abjacia. La fortaleza de Rusia sólo se consolidará mediante el desarrollo económico y el respeto a los derechos fundamentales. Los países europeos necesitan tanto el gas ruso como Rusia las divisas que genera. La situación económica internacional tampoco le permite ser demasiado selectiva frente a sus potenciales clientes, dado que las ventas de materias primas se están revisando a la baja ante un posible debilitamiento de la demanda internacional. Europa precisa conseguir un acuerdo de comercio con Rusia en el que quede claro, no hemos de cansarnos en repetir, el progreso en materia de derechos humanos, divisa a la que no podemos renunciar los europeos bajo concepto alguno. Debemos favorecer ante todo una libertad de expresión que favorezca la pluralidad en los medios de comunicación rusos. A no olvidar que acaba de comenzar el juicio por el asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya) y tampoco se ha aclarado aún el extraño crimen en Londres del espía Nivichenko; una libertad de partidos que sea real y no teórica; el respeto a las actividades de las ONGs; y lo que enoja aún más a los dirigentes rusos: los derechos humanos en Chechenia y en toda la zona del Cáucauso.

La amenaza de invasión rusa, que en Europa occidental suena a gran diplomacia de territorios recónditos, ha sido hasta hace apenas una década la preocupación permanente de los nuevos estados miembros, procedentes de Europa Oriental. El temor a una invasión rusa no es una cuestión teórica sino un miedo palpable transmitido de generación en generación. Muchos ciudadanos de esas repúblicas que fueron satélites de la URSS, les gustaría volver al telón de acero, siempre que esa frontera se trazase dejándoles a ellos en Occidente. Su odio a lo antiguos invasores es manifiesto. Tenemos, pues, que hacer un esfuerzo multidireccional para comprender las inquietudes de nuestros socios bálticos, polacos, húngaros, checos, búlgaros o rumanos. La búsqueda de la cooperación y la confianza no se consigue sin más en las cumbres bilaterales, pero debe ser un objetivo de la distensión y el progreso.

Repetimos hasta la saciedad que la Unión Europea es un gigante comercial pero un enano militar en la escena internacional. Esta "discapacidad" europea debe ser aprovechada en nuestro beneficio para favorecer las vías diplomáticas y recurrir sólo en último caso a las intervenciones armadas que, a veces, son irremediables, como ocurrió en la antigua Yugoslavia. La diplomacia es lo que llaman los expertos un "soft power", un poder blando, que Europa ha de seguir utilizando para convencer a los rusos de que la vía bélica está definitivamente vedada. El aislamiento, en cualquier caso, no conduce a parte alguna. El diputado español Obiols se pronunció, en el debate sobre Georgia, por un "political power" de una Europa más activa y, en consecuencia, unida. La Unión Europea debe seguir manteniendo y desarrollando unas buenas relaciones comerciales con Rusia que refuercen a los liberales rusos, beneficien al conjunto de su población y convenzan a todos de la sinrazón de la guerra.