Monday, October 26, 2009

El Mediterráneo, eje absoluto




Vicerrectora, Decano de la Facultad de Economía, Autoridades académicas, amigos y amigas

Hace más de treinta años, venía a esta Cátedra de Derecho Internacional de la Universidad de Oviedo a la búsqueda de luz sobre problemas que acuciaban a la España de entonces en el Norte de África.

Su titular, el llorado Julio González Campos, me dio antecedentes e instrumentos jurídicos con los que encarar - y desentrañar - el momento político.

La calificación de nulidad de los Acuerdos de Madrid de 14 de Noviembre de 1975 entre España, Marruecos y Mauritania fue una gran aportación de Julio que se unía a su memorable y exitosa defensa de la causa hispanosaharaui ante el Tribunal de la Haya, de aquel mismo año.


El profesor González Campos, siguiendo a su maestro Don Mariano Aguilar Navarro, era también autoridad en otro tema espinoso del Mediterráneo, Gibraltar.

(Aguilar Navarro.
Recuerdo cómo lo apartaron de la cátedra por solidarizarse con los estudiantes que apenas nos habíamos levantado contra el régimen en lo primeros sesenta)

Y con no diferente intensidad se estudiaron aquí los conflictos de Palestina, de Chipre, del antiguo Suez, en el que era especialista el jesuita Padre Obieta, mi profesor en Deusto...

Han pasado muchos años.

Las personas envejecen y mueren; los regímenes políticos incluso también, pero los problemas mal resueltos permanecen y, por fortuna, en donde hubo luz, sigue habiéndola, porque el rigor del análisis se mantiene y enriquece de maestros a discípulos.

La savia del sabio no se extingue jamás.

Es el caso de esta cátedra, cuya sucesora, la profesora Saénz de Santamaría, y sus colaboradores próximos, siguen siendo referencia académica imprescindible, plenamente comprometidos con los problemas que siguen acuciando a la sociedad y al gobierno español.

Y antes profesaron los Sela y Don Rafael Altamira

(¡Qué acierto la publicación, con la que me acabo de encontrar, de la conferencia de Don Francisco Luzón, sobre el extraordinario periplo americano de Altamira, aleccionador todavía para viajes de hoy).

Ningún paso político de trascendencia en las relaciones internacionales puede darse sin una previa o simultánea depuración o contraste académico.

Es lo que está haciendo Obama, con el que se ha reactivado el pensamiento sensato universitario.

Ahí también la relevancia paralela del Ministerio de Asuntos Exteriores de venir a esta Universidad a escucharles a ustedes, especialistas, entre otras materias, en el Mediterráneo.

No en vano acaba de declarar el Secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido, que

"El eje mediterráneo es prioridad absoluta de la presidencia española" (La Vanguardia 10 de octubre 2009).

Y aquí, en una Facultad que ya no es el caserón de San Francisco, surgido de la quema tras la Revolución, hace tres cuartos de siglo, debida a la aviación gubernamental, como se acaba de saber, sino que todo es espacialmente distinto.
Ya no está Julio pero sí quien puede seguir iluminando ese eje absoluto.

(Perdónenme la digresión,

La Revolución- o como quiera que se denomine- fue un gravísimo yerro pero ya era hora, como ha señalado el prestigioso bibliotecario de la Universidad, Don Ramón Rodríguez, que se deje de atribuir a los mineros incendios cuya mecha expresamente no prendieron)
Agradezco que se me haya invitado, quizá en mi representación de parlamentario asturiano, pero yo me lo tomo, en mi fuero interno, en mi pequeño orgullo, como un honor que reafirma mi devoción a las enseñanzas que desde esta cátedra se siguen impartiendo.

Inaugurar supone que soy el primero en perorar cuando mejor hablaría después de escuchar todas y cada una de las lecciones que se van a impartir y, desde luego, del mensaje que esta tarde nos ha de emitir, si los señores huelguistas de la aviación lo permiten, mi queridísimo compañero de escaño hasta hace unas semanas, Carlos Carnero, embajador especial para la Presidencia española de la Unión Europea, al que tanto echo de menos en Brubru, como llamaba, siempre festivo, a Bruselas el novelista Guillermo Cabrera Infante.

Carlos sigue, desde el Ministerio, en cierta manera en Brubru cotidianamente y su brillante experiencia parlamentaria, sus intervenciones en la APEM y sus misiones en el Magreb, en Palestina y el Líbano van a ser un bagaje muy importante para la huella española en el eje absoluto

Nuestro país va a intentar denodadamente dar un paso esencial en las relaciones euromediterráneas.

Un paso pequeño para el hombre, se atribuye que habría dicho Neil Armstrong.

Un paso en la buena dirección de fortalecer el eje mediterráneo puede ser tan trascendente como el primero que se dio en la luna.

Y es que en el área mediterránea, la Humanidad se juega su paz y su futuro.

No habrá paz ni estabilidad sin solución del conflicto árabe israelí, del que penden enseguida todos los demás conflictos, el de Irán, el de Iraq, el del Líbano, el del terrorismo, el del fanatismo… en el tablero de dominó, pero también otros muchos, aparentemente, solo aparentemente, más alejados.

Hay que saludar la pretensión española de intentar para marzo una cumbre mediterránea en Barcelona.
Va a ser difícil si el conflicto de Palestina no derrota con mejores perspectivas

(ya el Ministro de Exteriores egipcio dice que no asistirá a donde se siente su homólogo israelí, aunque deja abierto otras representaciones).

En cualquier caso, objetivo este de la Cumbre solo puede ser, hoy por hoy, asumido, como convocante y anfitrión, por un país que, como el nuestro, tiene credibilidad para ejercer la presidencia con un determinado talante y apertura a todos los protagonistas concernidos, incluido a los Estados Unidos de América, que con la nueva administración Obama avalará sin duda esa pretensión española, y ha de ayudar a ese paso utópico, lunar, de la Humanidad.

La luna fue utopía y ensoñación pero es ya conmemoración de pasado.

Algún día, ojalá, lo sea la Luna de Palestina, sin muros, sin bombardeos y exterminios, con Paz, dos Estados e integridad territorial.

La fraternidad que evocaron en esta ciudad, de la mano, Daniel Baremboim y Said.

Y todos nuestros vecinos, todos los que comparten el Mediterráneo saben que la Presidencia española es una gran oportunidad.

Sin despreciar a nadie durante los próximos diez periodos semestrales no va a haber otra presidencia equiparable por su peso específico, por su pertenencia al G-20, por su ambición mediterránea, por su voluntad de darlo todo con el convencimiento de que es, en efecto, un eje absoluto y no mera posición fría y diplomática.
España ya se comprometió, y dio un paso de gigante, con la conferencia de Madrid de 1991 pero luego, con la breve esperanza de Oslo, no han marchado las cosas precisamente bien.

Queda poco pero ahí está el objetivo y nuestra expectación activa.

No depende ya de la voluntad de Madrid en Bruselas, pues ya queda bien establecido el eje absoluto.

La gestión española de la presidencia se juzgará probablemente más por la puesta en práctica del Tratado de Lisboa, si como parece de toda evidencia, el loco del Señor Vaclev Klaus, deja sus caprichitos de niño mal educado y firma lo que tiene obligación ineludible de firmar sin provocar más a su pueblo y a los pueblos de Europa.

El desarrollo de Lisboa va a ser una oportunidad española pues de sobra sabemos que el Tratado deja mucho a la voluntad política.

Nadie se imaginaba, por ejemplo, que una institución como la de Mister PESC iba a tener la trascendencia que ha tenido, gracias, sin duda, al acierto de que fuese Javier Solana, y no otro, el que la asumiera y sacase brillo.
Va a ser muy importante acertar ahora poniendo en función los diversos órganos y puestos.

El acento español para conseguirlo vendrá marcado por el calendario.

En ello no se va a depender de las partes en conflicto bélico, como en Oriente Próximo, ni de la potencia trasatlántica, sino del acto de quienes lleven el timón de la Presidencia y del consenso de los socios.

Pero las ineludibles decisiones españolas para poner en marcha Lisboa, o los esfuerzos en el cambio climático o en la cumbre sobre el crecimiento o, sobre todo, en la cumbre Unión Europea- Estados Unidos no quitan importancia al eje absoluto sino que animan y prestigiarán, estoy seguro, a Moratinos, a López Garrido y su equipo, a favorecer y tomar fuerza y legitimidad, mayores si cabe, para seguir volcándose en el Mediterráneo.
Como objetivo de menor fuste pero sin duda importante para la seguridad y el progreso mediterráneo está la Cumbre entre Marruecos y la Unión Europea.

Para esa Cumbre, en Granada, no debería haber inconvenientes salvo que el Reino de Marruecos se empecine en la persecución, ahora por la vía de juicios militares sumarísimos, de la maltratada población saharaui, lo que podría llegar a cuestionar la política de acercamiento económico y comercial con la Unión Europea y las leves esperanzas que algunos tienen de que el régimen alauita dé pasos hacia la tolerancia y la paz.

En los pasillos bruselenses, y en algunas comparecencias de responsables de la Comisión a segundo nivel (director general), se está dejando traslucir que se avanza en un acuerdo novedoso entre la Comisión Europea y Libia, para el que está haciendo indudables esfuerzos la República italiana.

Sin embargo, ignoro por completo cuál es el calendario, que no veo mencionado para nada entre lo que se cita como objetivos no genéricos de la presidencia española.

Como nos dijo Felipe González, en Gijón, hace unas semanas sería bueno conseguir, en la Comunidad, transparencia pues el secretismo y la confusión son malos consejeros, aunque, desde luego yo no dudo de la bondad de los fines que se buscan,

altos fines se escribe en todos los Tratados, ¿verdad?

Desde la reunión de Barcelona de 1995, en ambas orillas del Mediterráneo se ha apreciado una voluntad común a muchos agentes políticos, económicos y sociales de que nuestros pueblos prosperen juntos y se han hecho formulaciones políticas en el campo de la educación, de la libre circulación de personas, del comercio, de la migración, de la protección del medio ambiente y de todo tipo de partenariado.

Cuanto más hay que insistir en las migraciones que hay que afrontar con valor desde la orilla Sur y con generosidad desde la orilla Norte.

He tenido ocasión de apreciarlo en mi calidad de miembro suplente de la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea (APEM), y más en concreto en su Comisión de Cultura, en la que he participado.

Ya no vale, sin embargo, seguir con la cantinela del respeto mutuo, de la superación del paternalismo y otros tópicos.

Por supuesto que hay que hablar entre iguales y se ha avanzado mucho pero hay una cuestión en la que tristemente no veo progresos suficientes.

¿Tienen los países de la otra orilla una mayor calidad democrática en los últimos treinta años, cuando yo tocaba a la puerta de Julio González Campos?

Hago abstracción del conflicto de todos los conflictos, el palestino, que, sin embargo, ha dado lugar a elecciones presidenciales y legislativas muy encomiables, en alguno de cuyos procesos he sido observador en nombre de la Unión Europea,

(ahora se están convocando nuevas elecciones presidenciales por cuya limpieza hago votos desde ya mismo)

pero, ¿qué está ocurriendo en Túnez, en Libia, en Egipto, en Argelia...?
¿Qué está ocurriendo en Líbano donde periodistas de la, en otro tiempo, pujante prensa libanesa están denunciando problemas muy graves para la libertad de expresión?

El Tratado de Lisboa potenciará las relaciones exteriores, el relanzamiento de la anhelada "una voz sola", la de nuestro mejor patrimonio, la libertad.

Se están dando pasos, claro que sí, en el Mediterráneo y el que va a dar España en el área es importantísimo pero no podemos ensimismarnos, porque nuestra razón de ser como europeos es exportar democracia y libertad y ahí sí que nuestras tareas mediterráneas siguen siendo arduas, lentas, desesperantes, incluso, en resultados.

Debemos hacer todas las convocatorias y sostener la política de partenariado y cooperación pero, a la vez, no solo como tarea exclusiva del gobierno, sino de la sociedad en general, hemos de procurar la libertad y la democracia de nuestros vecinos tan próximos.

Nos va en ello nuestra seguridad y nuestra prosperidad.

Aprovechemos todos los foros y sigamos muy de cerca todo lo que se mueva hacia la democracia, pues todavía hoy el ideal democrático ¡está tan lejos de muchas de esas sociedades empobrecidas de riquezas materiales!

Ya está aceptado, asumido diríamos en el acervo comunitario, la delicada situación que supone encontrarnos entre las dos orillas con la disparidad tan brutal de rentas, la mayor entre fronteras del ancho mundo,

está asumido, también, el correlativo de tensión que

genera esas abismales diferencias.

Sin embargo a no olvidar que las disparidades

sociales internas en la orilla sur dan lugar a

tensiones que, antes o después, explotarán a saber

cómo.

Los países han prosperado mucho pero esa prosperidad económica es epidérmica;
lo ha sido, y mucho, esa prosperidad para minorías dirigentes.
Es un grave problema este de la divergencia social que no cabe eludir en la prioridad que se da a la divergencia, no interna sino del conjunto de los pueblos empobrecidos con la Europa rica que se conoce bien por la televisión y por las noticias de los familiares que antes se decidieron por la emigración.

La búsqueda del objetivo ha de ser doble de democracia y prosperidad, como nos ocurrió a los españoles en la transición democrática, y aún triple de igualdad o, mejor, de disminución de desigualdades;

esos son los objetivos, repito, que también pueden hacernos caer en equívocos y precipitaciones.

Claro que hemos de defender la libertad de expresión -no les quiero distraer con lo que pasa en Italia, que acabamos de debatir en la Eurocámara la pasada semana, pero sí con que hay que marginar provocaciones como la de las caricaturas de Mahoma sobre lo que tuve ocasión de debatir con nuestros colegas parlamentarios de la otra orilla en Bruselas y en Roma.
Tenemos, los occidentales, que comprender no los excesos de indignación, pero sí que se haya producido una cierta indignación cuando se hacen insultos graves y acusaciones, por ejemplo, a Mahoma como en las caricaturas danesas de marras.
Ya digo: no es tolerable la respuesta violenta ni mucho menos

pero la indignación de los embajadores musulmanes debió de ser mejor acogida y valorada.

Hay que comprender, sin cerrazón, que las caricaturas ofendían y los creyentes se sentían muy profundamente vejados.
Otra cosa es, como digo, que haya quien aproveche la circunstancia para sembrar violencia,
No olvidemos que llaman a su vez a la violencia demasiadas publicaciones de la extrema derecha anti racial europea.
Algunos de esos conspicuos ultraderechistas se han colado en número más que relevante en el Parlamento Europeo

También me preocupa el recurso que hay entre mis colegas a pedir sanciones comerciales por incumplimientos a los derechos humanos.

Por supuesto que hay que protestar, e incluso si cabe sancionar de forma radical en ciertos casos pero cuando resulte realmente práctico al objetivo de hacer retroceder en el quebranto de los derechos humanos.

Sancionar para perjudicarse mutua y simplemente, no, en absoluto.

La presidencia española deberá en el día a día tejer una política consistente, equidistante del oportunismo para que todos los convenios, bilaterales y multilaterales, todos los gestos, conduzcan al buen fin.

Permítanme que haga una referencia a la necesidad de que nuestras relaciones con el Mediterráneo den pasos en el sentido de preservar el medio ambiente del que nuestro mar es una joya muy preciada y muy maltratada.

Hay grandes iniciativas al respecto en los foros que han sucedido el proceso de Barcelona, en la UPM y otros.

Pero todas esas loables iniciativas y proyectos se estancan en la conflictividad bélica, en el conflicto de todos los conflictos.

Y la política de igualdad que defiende en todos los foros España ha de tener una receptividad en el Mediterráneo.
Es muy preocupante que, producto de fanatismos religiosos, los avances en la igualdad y el protagonismo de la mujer hayan sido erráticos.

Hay que apoyar el esfuerzo de las mujeres que luchan como ya se ha hecho, aquí, en Oviedo, con algunos premios de las pasadas ediciones del Príncipe de Asturias.

Mi compañera en los estrados de Bruselas, Carmen Romero, lleva años trabajando en esa brecha.

Es una lucha paciente y constante que estoy seguro dará pronto sus frutos y que hemos, constantemente, de apoyar
No puedo terminar mi intervención en suelo universitario ovetense sin pedir a las autoridades universitarias, que bajo ningún concepto supriman los estudios de árabe, que tanto prestigio dieron a esta Universidad.

En el momento en que estamos acercándonos al mundo islámico y a nuestros vecinos del sur, y a tantos que ya son españoles, hijos de la emigración, no pueden ustedes, en la Universidad de Oviedo, cuatro veces centenaria, caminar en sentido opuesto contra los tiempos que corren, ignorando la importancia del árabe como lengua y de la cultura islámica.

Son solamente seis créditos para los que en Asturias se inicien en el arabismo, pero no seis, sino todo el crédito lo perderá la Universidad en su conjunto si jamás expulsa esos estudios.


Muchas gracias.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home